Comedias de Moliere

Esta es la primera vez que me hallo con la curiosidad de leer teatro. En mi larga o corta vida, como quiera leerse, no había tocado libro alguno de la materia, mi falta de simpatia y mi exceso de carga en literatura me impidió, incluso ni por error, abrir un libro de esa índole. Esta ocasión he decidido hacerlo, y me llevo una buena sorpresa. La primera es que puedo leerlas, es decir, que no me resulta difícil de hilvanar y llevar las psicologías de una página a otra, más aún porque se multiplican, a diferencia de una novela convencional. Las apariciones en ráfaga mantienen el cerebro alerta y en entera disposición por el camino que tomarán los diálogos.

Quizá en la época que vivió Moliere el sentido de la comedia y la dramaturgia podían ser manifestados de una forma fácil y con una moraleja simple de entender, y hasta cierto punto grácil. Una época difícil por la predominancia política de la Iglesia, cazando cualquier tipo de disidencia a precios muy altos, la vida no era el precio más alto. En un ambiente tan lleno de opositores y con capacidad de decidir los destinos de quién quisiera, debía ser difícil darle salida a la creatividad, al humor y al arte.

Sé que la obra del Tartufo fue vetada por los ministros de la Iglesia por aquellos tiempos, porque precisamente el espurio personaje puede leerse como uno de éstos, poniendo en clara burla su acciones y sus habladurías.

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