Cúmulos.

Este escrito es producto de la felicidad, esa misma que a muchos nos es vedada por temporadas, pero que un día llega sin avisar a la puerta, entra porque tiene llaves. Pienso yo que ésta tiene que ver con la mirada que tenemos del mundo, porque así como hay calidades en el amor, también en la felicidad, puesto que ambas son emociones, emociones muy humanas. La divergencia de felicidades está determinada por el cómo se siente, y las sensaciones que desencadena en la psyque. Sí, como nos asomamos al éter y como es que lo sintetizamos, nos adueñamos de él y que también él nos invada.

Tengo ganas de viajar, de ir a territorios inhóspitos dónde la vida apenas te valga, lugares que sean capaces de borrarte de la faz, de la tierra. Quiero devorar un mundo que día a día se empeña por robarme un pedacito de mí, que lo transforma a su antojo o nada más lo deshecha.

Retrocesos y sensaciones en cúmulo, se remueven recuerdos en el pasado, cuando iba a la Universidad o cuándo conquisté a mi novia, haciendo un licuado se nuevas y viejas vivencias. No estoy soñando, lo estoy viviendo. Y es que así es cuando las tardes son placenteras, el termómetro bajo el calor del sol es uno, pero la temperatura a la sombra de un árbol con vientos frescos es otra. Un cielo clareado, una tranquilidad invadida por guapachosos sones, hacen que añore tiempos que jamás viví, pero que me planeé como posibles, como idílicos. ¿Me estoy haciendo un sentimental? ¿Mis habilidades sensoriales por fin salen a flote?

El crujir del teclado es mi cómplice, mi devaneo como muchos otros que que poseo desde el momento que mi razón hizo su aparición en mi cuerpo yerto. Eso me hace feliz, me hace sentir libre, y para algunos eso es motivo de felicidad. Mi felicidad. Hoy cerraré la tapa de mi laptop y me concentraré en ser feliz, hasta que mengue al anochecer y la memoria haga lo suyo.

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