Alguna vez me pare frente a ella, di algunos pasos vacilantes en su alcoba al tiempo que ella se escondía de sí misma tras el espejo. Desde su parapetado lugar me preguntó ¿Qué quieres? , como los granaderos suelen desperdigar a los manifestantes enardecidos. Aguardé mi respuesta, no porque la estuviera formulando o definiendo, sino para darle un tono teatral al asunto y que ameritara la misma fuerza de su pregunta. Imaginé que las luces de las velas me ayudaban, enmarcaban mi rostro y mi mirada, mis labios y mi nariz, mis brazos y mis piernas. Me acerqué levantándome las mangas de la camisa con ligera tranquilidad, como si fuera a hacer un trabajo pesado; aspiré el humo del cigarro, sonreí ladeando los labios para avisarle el tipo de respuesta que podía esperar de mí. Le di algunos segundos para que adivinara. Por fin respondí mientras me clavaba en sus ojos Quiero perder. Incendié mi breve respuesta. Quiero Perderlo todo. Mi cordura, mi amor, mi lógica, m...
Un lugar para disfrutar de las incongruencias de las ideas