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El último escrito

Para finalizar este año me gustaría dejar unas cuantas letras, sin embargo, no sé si escribir en tono de protesta o escribir de aquellas cosas nuevas que he aprehendido, o peor aún, intentar describir el porque lo intento, tarea más ardua y compleja.

No me interesan ni los bucles ni tampoco los aviones, no quiero debrayar porque me agoto. Sigo odiando a los ricos y estúpidos o ¿estúpidos ricos ? ,y hablando mal de Windows. Tengo una hambre que jamás había sentido, unos deseos de llegar a ese algo. Un algo que no tiene sustancia alguna, no es corpórea ni colora, pero es indispensable, como la chispa de todo viejo boiler.

La duda es una compañera cotidiana, aunque no nos llevamos muy bien. Siempre viajamos juntos. Temo extrañar al liliputiense Óscar, pero su despedida es inevitable, de hecho, la mitad del camino ha transcurrido.

He cambiado. He cambiado, ahora creo que el pueblo tiene salvación. Diariamente lo veo en sus rostros, esa necesidad de que las cosas vayan mejor, de la necesidad de un país menos violento y en mejores condiciones, una necesidad de una mejor educación. No descubro aún como es posible ese país, como cambiarlo, tampoco puedo conciliar la práctica contra la teoría, es decir, "lo que tengo como lo uso" contra "la inflexibilidad del como debería ser".

Lo absurdo se pinta de diferentes formas, descubro que puedo congeniar con pláticas banales o que puedo hablar en doble sentido por algunos momentos. Tal vez no es que pueda, sino que me esté transformando, que esa absorción del círculo amistoso se esté manifestando claramente, que poco a poco me haya ganado terreno.

Sigo renegando de las nuevas modificaciones a la ortografía del castellano, sus supresiones de acentos en palabras que a mi consideración son indispensables, porque ahora será el contexto lo que dictamine el sentido de la palabra y no como tal la palabra mas el contexto, provocando que sea más sencillo de escribir.



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