Edward St. Aubyn
Hace un tiempo hice un escrito simple acerca de lo que yo consideraba la acción y efecto de leer. Hoy me hallo con un escrito con más calidad y desde un enfoque parecido, así que decidí tomarlo prestado y dejarlo aquí.
Es un extracto del texto completo, no mucho más extenso y lo hallas aquí.
La hambruna de los lectores
Y tal vez al fin
nos haga bien esta breve tiranía, este breve período de censura
autoritaria durante el cual no entrarán nuevos libros o revistas al
país. Es como cuando a uno le dicen que está enfermo de cáncer pero que
sus perspectivas de recuperación son excelentes. De repente la vida
brilla y pulsa de otra manera. De golpe uno se encuentra caminando entre
zombies: ¡No saben ustedes el milagro que es, simplemente, estar vivo y
con salud, parado y respirando sobre la tierra, bañado por la luz del
sol! En semejante estado de crisis, en el caso que uno no se derrumbe,
se llena de asombro por el mero hecho de estar vivo. Eso me está pasando
con los libros en mi departamento. De repente, tienen otro peso. De
golpe, brillan. De pronto los atesoro por lo que son (y por lo que
siempre fueron, aunque me hubiera olvidado): mi biografía, pasada y
futura; mi mismísimo ser. Para los que amamos los libros lo que está
pasando es tan inesperado y complicado como si no saliera más agua de
los grifos, como si estuviera prohibida el agua. Para los que el acto de
leer es tan importante a la vida como la respiración –y tan inevitable
como la necesidad de dormir– esto que está pasando es tan desconsolador
como ver en un no tan distante horizonte una enorme nube en forma de
hongo. Por supuesto que sabíamos que podía pasar. Pero no a mí. Como la
mayoría de los lectores que conozco, la acción de comprar un libro es
más parte de una afirmación a una gran esperanza (ambigua, amplia e
infinita, como el amor) que parte de un pragmático plan de lectura. Por
eso tenemos muchísimos más libros en nuestros estantes por leer que
leídos. Por eso, cuando un no-lector entra a nuestro hogar y pregunta,
asombrado: “¿Vos leíste todos estos libros?” respondemos balbuceando,
“Eh…” y nos miran como si fuéramos perversos. Para los lectores, lo que
está pasando es un cáncer, una peste, una hambruna. Pero nos amamos,
entre nosotros, aunque no nos conozcamos. Por eso todos esos libros por
leer serán ahora compartidos como baldes de agua fresca y limpia en un
campo de refugiados.
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