Quiero.

Tengo una urgencia que me impele,
no halla la paz en las palabras,
las noches son largas,
y la espera eterna.

Quiero ahogar tus ojos de líbido
que tu clítoris y vagina sean,
fieles testigos de tu conciencia amnésica.

No nos atemos a esos caducos preceptos,
la piel reclama, como vínculo con el alma
tus mojados labios, tus enhiestos pechos
y finas nalgas.

Déjame acariciar la comisura de tus labios
con la punta de mi lengua,
incitame, dame a beber
tus bajas pasiones.


Dominame, arrojate a horcajadas y
siente el palpitar de la sangre
que te reclama.
Regálame el nectar de tus pechos,
los finos aromas de tu vientre y
la humedad de tus adentros.


El vaivén de nuestros cuerpos
tibios por el verbo y la acción,
imperturbable el tiempo,
haciendo en ese momento
con la muerte, comunión.

Excitame con tus caricias,
pergueña tu mejor estratégia.
Recíbeme con tus caderas desnudas,
invitame a lugares prohíbidos,
rodeados de sábanas y sordidas decoraciones.


Si con ninguna de estas palabras
logro el cometido,
te pido, por piedad, me des tu más
gélido olvido.
No me pidas palabras emisarias,
ni fingidos "buenos días",
liquídame como yo te liquido,
no más finales sin haberme ido.

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