Antes de leer: este es un escrito que decido publicar en este momento, a sabiendas que es impreciso y sujeto a muchos errores, sin embargo, es un símbolo de las revisiones que debo hacer, a dos años de haberlo escrito. A ella la conocí pocos años atrás, cuando yo aún pertenecía al piso dos y la empresa era boyante con sus mercancías. Sus risos dorados se movían por todos los pasillos, atrayendo las miradas de los hombres. Su cuerpo no estaba sujeto a las leyes universales de la gravedad, su andar era algo parecido a flotar sobre la alfombra, ayudada por delgadas cuerdas invisibles que sostenían con delicia sus extremidades. Años después comprendí que en ella no existía el movimiento, o mejor dicho, el movimiento y ella nunca se reconciliaron, parecían ser ajenos, ciudadanos de patrias distintas. Para describir a aquella mujer no debo dejar pasar sus ojos. Su mirada contenía el universo, su historia y su futuro. Era la misma inmensidad contenida en piel. El cómo me...
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