La soledad de las teclas nocturnas.
Las páginas en blanco no son solo el terror de los escritores, también lo son para aquellos que sueñan un día serlo. Es un tanto erótico el asunto, porque las teclas son acariciadas con ternura y con algo de rencor, tal y como se acaricia al amante que no se ama pero que se disfruta.
Los ruidos de la noche atestiguan cada teclazo, lo invitan a formar parte de algunos oídos que sin comprender muy bien qué son esos taz taz, se acostumbran rápido a ellos. A su existencia inexplicada. Es la soledad de las teclas nocturnas, en vilo, las que le dan un sentido a mi vida, las que impiden resignarme a comunicarme únicamente con máquinas o que seres vivos de escasa inteligencia. Me describen a cada letra que pobla la pantalla, yerma aún del genio que toda obra anuncia. En fin, es pasada la media noche y las letras de extraños me esperan.
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