Los ramales del conocimiento humano, se desdoblan ante mis ojos, cegados por la incorregible necesidad de buscar los imposibles, cada terreno conquistado es una brecha más de matojos que impiden mi saciedad. Habemos quienes nos engendramos así, y que el cambio es un tanto más difícil de revertir, sin embargo, doblarse no es opción, mucho menos retroceder ante los embates de la otredad. El enemigo más vigoroso soy yo mismo, no es alguien que pueda vencer en el bucólico sentido, vencer es convivir, sin opción alguna, con mis peores demonios, asumiéndolos como parte indisoluble de la vida. Las adversidades profundizan el conocimiento sobre mi mismo, todos podemos reaccionar de la mejor forma ante la felicidad, no obstante, la frustración y los malos ratos nos reconcilian con la materia de la que estamos hechos, esos átomos incorpóreos que se hacen llamar inteligencia.
El armar un gallo de pulgada es una de las cosas más sujeta a mitos y medias verdades. Este es uno de los muchos temas que los galleros enuncian con una seguridad a prueba de balas. Hasta el momento no he leído un solo escrito o esquema con detalle científico que tenga conclusiones claras y precisas de lo que sucede en un combate ni la ergonomía que mejor se adapta, todo proviene de un sistema de creencias que, muy en lo personal, me cuesta creer. El ángulo de corte se refiere a la posición de la punta de la navaja con respecto al codo de la pata. Dependiendo del amarrado es que la sitúa en un rango de los 5° a los 9°. De lo que no dudo es que no hay una manera precisa de emitir teorema alguno sobre este rubro. La formula del corte está dada por la sujeción de la navaja, la forma de la navaja, la altura de la botana, la posición de disparo del gallo, así como la calidad y aprendizaje del mismo durante el desarrollo de la pelea. Son muchas las variables, sin emba...
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