Por allá de los años sesenta, los americanos enviaron un mono al espacio. La gente del mundo quedó atónita por el mono que era capaz de pilotar un artefacto con más botones, palancas y foquitos que la tecnología desarrollada para el Santo. La conquista del universo era algo trivial, más tarde que temprano tenía que suceder, pues para ello se pagaban tan elevados impuestos. El grueso de los ciudadanos, terrestres, pensaban en la imposibilidad del mono para hacer frente a las exigencias de un universo desconocido hasta entonces. Por varios años se pensó que ya nada procedente de este mundo, o de fueras, sorprendería al público, gustoso de los eventos morbosos que desafiaran su capacidad de asombro. Medio siglo después, el mundo se vio sacudió con otra noticia que involucraba a otro de estos graciosos primates. Dentro de los márgenes del territorio mexicano, el partido tricolor había llevado a un mono a la presidencia.
El armar un gallo de pulgada es una de las cosas más sujeta a mitos y medias verdades. Este es uno de los muchos temas que los galleros enuncian con una seguridad a prueba de balas. Hasta el momento no he leído un solo escrito o esquema con detalle científico que tenga conclusiones claras y precisas de lo que sucede en un combate ni la ergonomía que mejor se adapta, todo proviene de un sistema de creencias que, muy en lo personal, me cuesta creer. El ángulo de corte se refiere a la posición de la punta de la navaja con respecto al codo de la pata. Dependiendo del amarrado es que la sitúa en un rango de los 5° a los 9°. De lo que no dudo es que no hay una manera precisa de emitir teorema alguno sobre este rubro. La formula del corte está dada por la sujeción de la navaja, la forma de la navaja, la altura de la botana, la posición de disparo del gallo, así como la calidad y aprendizaje del mismo durante el desarrollo de la pelea. Son muchas las variables, sin emba...
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