Una mirada a los años
Lo maravilloso de los blogs personales es la trazabilidad del pensamiento, la retrospectiva que habita en cada línea de texto. Es un lujo, como el de los historiadores al analizar los hechos pretéritos, el poder contar con una mirada a los años recorridos, y atinar en la geometría de las acciones, los vestigios de la otrora idea. Lo interesante del pasado es que tiene causas y sombras, y es éste el mejor juez para calificar las prismáticas interpretaciones.
Yo mismo me descubro entre los post informes de mi blog, oliendo aún las estelas de coraje, ira, buen humor y ocurrencia, de las cuales impregné (con distinta maestría), cada texto y, que en su momento, me arrepentí de publicar. Hoy día no lo creo de esa manera, es más, fue lo mejor que pude haber hecho, conservar los restos de quién fui, para regresar cuando me vea extraviado.
Esta noche quiero escribir sobre los infortunios de la vida, lo aciago que puede ser el camino a la vejez, y que de alguna forma, nos toca elegir como morir. Esta es mi historia, la contaré con las luces apagadas, rasgando cada tecla de mi vieja computadora, pero con la fruición de quien exorciza sus demonios.
Los accidentes, de lo que puede llamarse destino, han estado en la puerta de mi hogar. Pocas cosas pude dirigir, y no es por pasividad precisamente, sino mas bien, la contemplación de un todo sin hallar el hilo conductor que adivinara el tejido. La ambición por completarlo, como si de niveles se tratara, me llevaron a declinar sin siquiera advertirlo, saltando de una a otra actividad despojando la brillante cualidad de durabilidad, que en fechas desconocidas, retomaría para añorar lo que dejé de hacer.
Los impulsos llegan, incentivados por la impotencia y por la presencia de alguien que los llevó adelante, victorioso e infame triunfador de las batallas de la comprensión y la realización de las tareas más ambiciosas, prescritas por mí. Se me retuercen las tripas con tan solo verlos, han robado el lugar que me correspondía y ahora, ahora...
Los impulsos llegan, incentivados por la impotencia y por la presencia de alguien que los llevó adelante, victorioso e infame triunfador de las batallas de la comprensión y la realización de las tareas más ambiciosas, prescritas por mí. Se me retuercen las tripas con tan solo verlos, han robado el lugar que me correspondía y ahora, ahora...
¿Es tarde?
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